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XAVERIO CATÁLOGO DIGITAL PDF
En el amplio Currículum Vítae de Xaverio se encuentran fácilmente las claves de un artista: inquieto, creativo, investigador, esencial, intimista y cosmopolita.
Del análisis de sus múltiples exposiciones, tanto individuales como colectivas, realizadas en distintos puntos de Europa y América, así como de la presencia de obras en colecciones y museos y de su bibliografía, se deduce con claridad la evolución del proceso creador del artista y el interés que despierta su obra.
Este pormenorizado análisis nos aclara su versátil personalidad artística desde los inicios, mostrando su capacidad de observación y aprehensión, además de su sentido purista en el planteamiento formal y estético, así como la delicadeza y elegancia en la ejecución de la obra que, sin ser fácil por su enorme carga minimalista, no deja de impactar e interesar al espectador.
Desde hace años y sobre la base del conocimiento de las teorías de Física Cuántica, cuyas implicaciones aportan una nueva comprensión de la realidad, Xaverio trabaja transmitiendo “conceptos transcendentes”, cuyo origen hay que buscarlo en la esencia de las filosofías orientales y en el misticismo, representando el espacio a través de la materia, la luz y el color.
En 1999 impulsa desde Granada (España) el “GRUPO DE ESTETICA CUANTICA” con el “objeto de investigar nuevos caminos que abren la ciencia y la psicología más avanzadas, haciendo del arte y de la literatura un instrumento preciso de conocimiento”.
Angelina Torné,
Doctora en Historia del Arte,
Universidad Complutense de Madrid.

La “estética cuántica” de Xaverio
GREGORIO MORALES
Escritor, novelista, poeta, crítico de arte, fundador del movimiento “Estética Cuántica”.
Como un físico subatómico, Xaverio descompone la materia en sus elementos infinitesimales. Trabaja con tierras, pigmentos, piedras preciosas y semipreciosas (cuarzos, rubíes, zafiros, berilos, corales, amatistas, turquesas, piritas, aguamarinas, malaquitas…), que son cuidadosamente pulverizadas en un mortero para, con la ayuda de resinas pigmentadas, extenderlas sobre la madera en las más diferentes mezclas, lo que produce inimaginables tonos y coloridos. Así crea su obra: desde la elementalidad supremas. Esto supone una difícil y cuidada operación en la que el soporte va pasando por varias etapas hasta alcanzar la textura deseada.
El mundo de Xaverio es el mundo de lo microscópico. Es de los pocos artistas que entienden el lenguaje infinitesimal y que, en una extraña comunicación con las partículas, las convierte en sus aliadas. Por ello puede convocarlas cuando desee y, consciente de que en la naturaleza todo tiende a la complejidad, agruparlas en átomos, en las células, en conciencia, en conocimiento. Siguiendo a Eddington, la materia llega a convertirse para él en algo “mental”. Por ello, lo que Xaverio realiza en su estudio es una interminable búsqueda de un “lienzo filosofal”, es decir, un lienzo que transmute la experiencia diaria en algo vivido, intenso, pleno, que encuentre en lo que creemos barro el oro de la existencia.
Un lienzo filosofal, en efecto, aunque el pintor, que ama la creación de nuevas palabras en las que se funden varios contenidos, le llama “petral”. Este término tiene la ventaja de aludir simultáneamente a algo filosofal y también a algo mineral. ¿Qué mejor para reflejar, entre otras cosas, lo mental de la materia? Y puesto que la materia participa de lo mental, tiene entre sus propiedades la de plegarse a nuestro pensamiento. Esta facultad que presenta la materia de conformarse a imagen y semejanza de nuestra psique es una de sus propiedades más inquietantes y que ha venido a poner delante de nosotros la física subatómica. La mente y la materia no serían cosas distintas, sino dos manifestaciones de un algo común que todavía desconocemos. Así, la materia sería inteligente como la conciencia, con lo que quedaría abolida la tradicional distinción entre el magma estúpido de las cosas y la sabiduría del hombre. Esto mismo lo sabe Xaverio desde su descenso a los inframundos infinitesimales: cada partícula es un ser con voluntad propia. Así, las superficies que despliega ante nosotros son superficies pensantes, y no al modo de un escrito, que fija un pensamiento para siempre, sino al modo real de la mente, es decir, cambiante, progresivo.
La experiencia personal es intrínseca al arte y al modo de vivir cuánticos. Cada una de las superficies o composiciones de Xaverio le hace al espectador buscarse a sí mismo. Semejante búsqueda es uno de los objetivos básicos de la “estética cuántica”, para la cual cada hombre o mujer debe llegar a ser él mismo. El arte debe estimular esa búsqueda, y la producción de Xaverio lo hace con creces. Al exponerse en su desnudez anímica y ver en ella el espectador la historia de la individuación del artista, le incita a seguirle, a franquear los límites que ha franqueado él, a correr los riesgos que ha corrido y a encontrar parecidos tesoros a los que ha puesto a su alcance.
La obra de Xaverio contiene innumerables y variados conjuros. Cada petral es una emisión de ondas energéticas que se comportan al modo de un hechizo cromático, produciendo por sí mismas sensaciones y estado de ánimo concretos en el espectador.
Nuestra percepción del mundo visible se relaciona con un color particular, y cada uno de los colores que percibimos está relacionado directamente con nuestro mundo interior. Xaverio tiene el poder de penetrar en ambos mundos, en el de la materia y el color, y en el del hombre y su psique. No es extraño por tanto que sus lienzos logren mover nuestros más íntimos resortes.
Pero no se agotan aquí las posibilidades. Xaverio actúa también con su petrales al modo de un experto novelista o de un consumado psicólogo, pues la combinación de colores y superficies puede dar lugar a las más diferentes recreaciones del carácter humano y, así a tal grupo de petrales podría llamarle “Othello”, y a tal otro “Hamlet”, y al de más allá “Don Quijote”…Puede cada carácter humano y, cada personalidad, es una amalgama de diferentes ondas en eterna progresión y cambio, por una parte, aunque en una paradójica estabilidad por otra.
Lo que propone el artista a cada uno de nosotros es una aventura interior. Nos hace entrar en una selva inmensa, pero no para mostrarnos nuevos y originales paisajes, sino para que éstos nos sirvan de estímulo en la búsqueda de los propios, de aquellos que nadie ha visto nunca ni ve ni verá, porque la individuación supone que de la arcilla común renacen un hombre y una mujer absolutamente singulares. De ahí que lo importante no sea la imagen patente y primera que recibimos al contemplar estas superficies, sino la que queda tras cerrar los ojos, la after image, que, ahora sí, opera únicamente como un fiel retrato de nuestra estructura psíquica.
Los cuadros de Xaverio son propuesta de rutas a seguir: podemos ir en la dirección señalada por tales colores o vibraciones, o bien en tal otra… Agrupando diversos cuadros o colores, podemos construir el mandala que nos represente. Por eso, sus petrales deben ser adquiridos de unos en uno para luego agruparlos en nuestro salón o nuestro estudio componiendo la imagen de nuestro destino.
Si nos individuamos, vamos creciendo, vamos siendo más complejos que los que fuimos y, por tanto, diferentes, pero en una mandala está contenido todo, desde el ser colectivo, gregario y egoísta de la adolescencia, al ser individual, consciente y solidario de la vejez. El mandala es una estructura que ha sentido e integra cada uno de los momentos de una vida, pero la solidez y perfección de su estructura no nos puede hacer olvidar que, en el universo y en el propio hombre, la estabilidad convive con el movimiento que va bien en contra de la entropía y hacia la complejidad, bien en contra de la complejidad y hacia la entropía.
La mejor imagen de un mandala es el círculo, que a la par es la más perfecta representación de nuestros Self y del universo. Los círculos de diversos colores de Xaverio, como los pertenecientes a la colección denominada “materia azul”, resultan fascinantes. Uno puede perderse en ellos como si nos perdiéramos en el interior de nuestro inconsciente o en la inmensidad del cosmos. Cuando llevamos unos minutos de contemplación, las dimensiones comienzan a transformarse y se abre una nueva, extraña, cuarta dimensión que nos lanza muy lejos de nosotros y nos hace entrar en el vedado e irresistible reino de lo desconocido.
Como el universo, los cuadros de Xaverio son fractales, es decir, la parte es semejante al todo, de modo que una ampliación, por grande que sea, resulta indistinguible del resto. Pero, además, la textura de algunos de ellos llega a ser tan uniforme que el carácter fractal se desliza hacia el holograma: cualquier parte puede dar cuenta del todo. Así es como parece ser el universo, en opinión de David Bohm: información interconectada entre sí como las neuronas de un cerebro; y de la misma forma que el cerebro, cualquier unidad de información contiene en sí una reproducción del todo.
Los cuadros de Xaverio son una invitación a encontrar la parte en el todo y viceversa. Resulta obvio que, por este camino, Xaverio va más allá de la realidad aparente de las cosas, distinguiendo nuevamente con David Bohm un “orden desplegado” y otro “plegado”. El primero sería el universo tal y como lo conocemos. El segundo, el orden profundo, desconocido, que se muestra a nuestros ojos como hechos fortuitos y extraordinarios. Xaverio penetra en el orden plegado de la realidad mediante un triple procedimiento: por una parte, accede a las vibraciones más subterráneas de la materia, a lo que éstas tienen de ondas energéticas productoras de estados de ánimo o de conciencia. Un ejemplo de ello es su instalación, “Espacio de quietud”, donde las superficies que despliega ante el espectador tratan de conseguir en él un estado de serenidad, de relajación, de sueño incluso. Otra de las cosas que hace Xaverio yendo al fondo de la realidad escondida, es la de liberar el orden plegado de cada individuo, de modo que éste pueda penetrar en sus más secretos patrones. Por ello hemos dicho antes que algunas de sus composiciones podrían llamarse Hamlet, o don Quijote, o Othello… En tercer lugar, Xaverio se permite el lujo de actuar también al revés, o sea, “plegando” el orden desplegado, escondiendo lo visible, como hace en su serie “Keops”, donde, utilizando las proporciones de base, arista y altura de la famosa pirámide, realiza las más diferentes y singulares composiciones con ellas. Podemos decir, por tanto, y con toda propiedad, que, en cada una de tales composiciones se encuentra agazapada y lista para estallar, como un universo de lo microscópico, la pirámide de Keops.
Esta identidad entre universo y conciencia, materia y espíritu, subjetividad y objetividad, queda magistralmente manifestada en la obra de Xaverio. El artista realiza una “coiunctio oppositorum” con todos los elementos. Los opuestos se unen en su obra de una forma impensable para el mundo ordinario de la lógica. Y es que, para el artista cuántico, el pensamiento binario ha sido sustituido por el pensamiento borroso. A y no A pueden ser el mismo tiempo. He aquí la verdad recóndita de la naturaleza: junto a nuestro universo, hay otros universos. Y ninguno excluye a los demás. Todos son verdad. Este fluir de mundos constituye uno de los motivos fundamentales de la expresión plástica de Xaverio, que nos muestra, en una misma composición, el acontecer unánime de muy diversas realidades.
Pero de estos infinitos universos que corren junto a nosotros, es el hombre quien, con su simple observación elige y crea uno de ellos, lo que representa perfectamente las superficies fabricadas por Xaverio. Por una parte, si nos detenemos ante ellas, parecen homogéneas, puras, simples, con una estructura permanente y definida. Pero si nos movemos en torno, todo cuanto tenemos delante de nuestros ojos se agita y cambia. El acto de observación modifica lo observado.
En un mundo así no puede ser sino el espectador y, más aún, el espectador en movimiento, quien crea su propia obra de arte. El artista lo único que hace es poner ante él los diversos materiales de que debe servirse. El espectador elige y, en su retina, construye su propia realidad.
Es lo que se propone Xaverio con una instalación cuyas maquetas, con todo tipo de variantes, se repiten una y otra vez en sus exposiciones: “Colores para pasear”. El artista coloca ante nosotros una combinación de colores, como en “Paseo tricolor”, donde adosa el rojo, el negro y el azul. En un principio, estos colores se nos muestran excesivamente oscuros, lejanos, ajenos, pero en cuanto el espectador se pone en movimiento, comienzan a desplegar ante él los más fabulosos arcos iris. Color y movimiento, vibración y color, posición y reflexión. Tanto monta, monta tanto. Según como mire cada espectador, o dónde se detenga, o dónde concentre por unos minutos la atención, estará dando forma a una obra completamente diferente. ¡Jamás habrá dos espectadores que hayan visto el mismo cuadro!
El observador se convierte, pues, en el centro del universo. Sin él, la obra de arte mantendría celosamente guardados sus secretos, todo permanecería en el primer segundo del universo y no habría creación, vida, arte… Un cuadro figurativo puede ser un universo hermoso, pero está ya muerto. Los petrales son el universo mismo en expansión y continua creación.
Es lo que nos dice una de las leyes más importantes, extrañas y subversivas de la física subatómica: El principio de complementariedad. Según este principio, un corpúsculo puede comportarse como onda o partícula, dependiendo del tipo de observación que se realice. Es decir, de la misma forma que en la obra de Xaverio cada espectador crea su propia obra de arte, cada investigador determina lo que habrá de salir en su experimento. Esto no es una ficción, hasta el punto de que tal propiedad se conoce con el nombre de efecto Hawthorne.
Muchas de las superficies de Xaverio representan, en consecuencia, la posibilidadde entrar en este estado de complementariedad o de caos vivificador, asumiendo la plenitud del instante y la cósmica potencialidad que ello lleva consigo. Cuando no nos dividimos, cuando nos asumimos íntegramente, cuando no tememos, cuando no esperamos, lo somos todo.
Al erigir nuevamente al hombre en la medida de todas las cosas, su interior se convierte en un objetivo primordial Xaverio intenta llegar al interior del hombre no sólo a través de la vista, sino también a través de los otros sentidos. Por ello, con diferentes superficies táctiles, al que el espectador deberá recorrer descalzo.
En otra instalación denominada “Siesta”, Xaverio une al cromatismo de sus cuadros un suelo mullido, un sillón para la contemplación desde donde se regala al espectador con micromasaje, el paladeo de un caramelo, la aspiración de diversos aromas como el del cedro junto a la audición de sonidos de la naturaleza. Es decir, los cinco sentidos están involucrados en la contemplación y creación personal de la obra de arte.
Hay verdad en los cuadros de Xaverio. No sólo porque la verdad sea como ellos, es decir, de diversos colores, una y varia, fija y en movimiento, sino porque la belleza es la medida exacta de la verdad. Para los físicos cuánticos, la primera prueba de la certeza de una teoría es su belleza. La obra de Xaverio nos inunda de belleza, de una versátil, arquetípica, celestial, subterránea belleza. Mientras los epígonos se pierden en los detritus, Xaverio recompone ante nosotros un moderno mundo de las ideas. No puede haber provocación.
He aquí, lo que nos plantea la obra de Xaverio: un viaje al magma común del que emana tanto la materia como la conciencia. Es decir, un viaje al inconsciente, a los campos morfogenéticos que es lo mismo que decir a los Arquetipos, cuya secreta geometría comienza a dibujarse ante nosotros con solo contemplar su obra. Es lo que representan sus superficies y las diferentes mezclas y formas que logra con ellas.
Como exigía Platón a los candidatos a ingresar en su Academia, que “no entre aquí nadie que no sepa geometría”. La obra Xaverio ama la geometría y de este modo nos hace patente la horma escondida a cuya imagen se ordena la naturaleza. Para Xaverio como para la física subatómica no existe la separabilidad. El universo es un continuum donde las partes más lejanas pueden relacionarse instantáneamente. Todo, desde lo más cercano a los inescrutables confines, está entrelazado.
A nosotros nos basta con mirar una de sus superficies para sumirnos en las regiones abisales del cosmos. Es más, sus colores se encuentran en permanente interconexión. No sólo porque los de una pared establezcan lazas de complementariedad, integración, fusión o repulsión con los de la otra, sino porque, de este modo, todos los petrales, los de un lado y los de otro, los de arriba y los de abajo, componen una obra total. Pero es que, además, Xaverio emplea el procedimiento de teñir los anversos de los marcos con diversas tonalidades fluorescentes, de modo que, al colgarlos sobre la pared, despiden un extraño y luminoso halo que, al unirse al de otros cuadros, compone una sinfonía cromática en la que cada superficie actúa al modo de una partícula que se une a otras para dar surgimiento al milagro d la materia.
Es posible que Xaverio haya llegado a crear con su obra, de un modo artístico y anticipándose a la ciencia, la teoría final, la que unifica el mundo microscópico con el macroscópico. Pues viendo sus superficies, ambas cosas nos resultan igual de posibles y convincentes. Lo mínimo expresa lo máximo, lo mínimo.
La obra de Xaverio plasma el movimiento real del universo. Por primera vez, la perspectiva no perjudica la contemplación del cuadro, sino que ayuda a entrar en una de sus diferentes dimensiones. Sus superficies expresan una fructífera unión de contrarios. Estamos ante un fascinante camino entre los muchos que abre la estética cuántica, y que aúna en sí la penetración en el misterio con las singularidades que lo habitan. Con presupuestos así, Xaverio ha conformado un nuevo arte, un arte que rompe radicalmente con cualquier otro molde anterior y que penetra en lo desconocido a la búsqueda de ignotas dimensiones. El arte deshumanizado se humaniza sin tener por ello que abrazar forzosamente el figurativismo o a penetrar en otros campos de conciencia tan reales o más que aquello de los que somo conscientes.
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